Jeremías 4-6
Lee los capítulos 4 al 6 de Jeremías en nuestra lectura de hoy.
Dios ha sido bendición para su pueblo, los llevó a la tierra prometida, abriendo camino y sacando a sus enemigos. Pero ahora ellos tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, se han hecho un pueblo necio y sin corazón.
Suena a que tienen ídolos a su semejanza, y así fue.
Desde el más pequeño hasta el más grande se rebelaron, negaron a Dios, no lo consideraron, eran sabios para hacer el mal, pero no sabían hacer el bien.
Los grandes abusaban y con engaños se hacían más ricos y comprando a profetas y sacerdotes, solo escuchaban lo que querían escuchar.
Pero Dios envió a Jeremías, y sus palabras eran como fuego que encontraban su leña en el pueblo, anunciando quebrantamiento tras quebrantamiento.
¿La solución? Convertirse, volver a Dios. Una obra profunda: circuncidar el corazón. Algo para lo que no tenían capacidad. Algo solo posible para Dios. ¿Pero cómo hacerlo si no lo quieren escuchar?
El castigo era inminente, un tropiezo. Destrucción pero no del todo. Por qué Dios no había terminado con su pueblo, hizo una promesa y la cumplirá.
¿Cómo saber si mi corazón es necio? ¿Si no escucho ni veo? ¿Cómo quitar de mi corazón la rebeldía? Solo Dios puede hacerlo.
¿Por qué no clamar humildemente por su misericordia? Por qué si él comenzó, el terminara su obra. El no destruye del todo, por que él quiere nuestro corazón.
Dios ha sido bendición para su pueblo, los llevó a la tierra prometida, abriendo camino y sacando a sus enemigos. Pero ahora ellos tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, se han hecho un pueblo necio y sin corazón.
Suena a que tienen ídolos a su semejanza, y así fue.
Desde el más pequeño hasta el más grande se rebelaron, negaron a Dios, no lo consideraron, eran sabios para hacer el mal, pero no sabían hacer el bien.
Los grandes abusaban y con engaños se hacían más ricos y comprando a profetas y sacerdotes, solo escuchaban lo que querían escuchar.
Pero Dios envió a Jeremías, y sus palabras eran como fuego que encontraban su leña en el pueblo, anunciando quebrantamiento tras quebrantamiento.
¿La solución? Convertirse, volver a Dios. Una obra profunda: circuncidar el corazón. Algo para lo que no tenían capacidad. Algo solo posible para Dios. ¿Pero cómo hacerlo si no lo quieren escuchar?
El castigo era inminente, un tropiezo. Destrucción pero no del todo. Por qué Dios no había terminado con su pueblo, hizo una promesa y la cumplirá.
¿Cómo saber si mi corazón es necio? ¿Si no escucho ni veo? ¿Cómo quitar de mi corazón la rebeldía? Solo Dios puede hacerlo.
¿Por qué no clamar humildemente por su misericordia? Por qué si él comenzó, el terminara su obra. El no destruye del todo, por que él quiere nuestro corazón.